Era un día normal como todos los demás, acabé mis deberes y salí al parque de la Paz para jugar con mis amigas.
Pasado un rato decidimos jugar al escondite. Me escondí detrás de una estatua de una paloma que estaba allí, me pareció verla moverse pero pasé de ella pensando que eran imaginaciones mías y seguí jugando como si nada, y tampoco les conté nada a nadie. Al cabo de muy poco tiempo se veía a la gente gritar y correr por todos lados, me dí la vuelta para ver qué pasaba y vi que todas las estatuas de Valladolid se reunieron en el parque para perseguir a la gente. Fui corriendo a decírselo a mis amigas para que se escapasen, pero ya era tarde porque según lo visto era la única que quedaba en el parque, no sabía que hacer me fui corriendo a mi casa en la calle Arca Real, y allí vi algo que sigo sin creerlo. ¡Toda mi familia eran estatuas! Salí otra vez a la calle y todo el mundo era estatua, solo quedaba yo y no sabía qué hacer. Sentía que todo eso era mi culpa por no avisar a nadie desde el principio. En ese mismo momento, vi que todos venían a por mí. Empecé a llorar y correr, me caí y, justo donde yo me caí, había una piedra, la cogí y se la tiré a una estatua en forma de chica. La estatua se rompió y de ella salió una chica idéntica a la estatua, me pregunté ¿qué ha pasado? Las estatuas se acercaban a la chica y ella no podía hacer nada porque parecía de seis años, yo, sin pensarlo, la agarré de la mano y empezamos a correr. Como todas las estatuas estaban allí, eso quería decir que mi familia también. Al pensar eso, se me ocurrió que podíamos volver a mi casa, mientras pensábamos cómo hacer que todo volviera a ser normal, como antes. Al llegar a casa, entramos sin hacer ningún ruido hasta asegurarnos de que mi familia no estaba allí. Al asegurarnos de que no estaban, cerramos la puerta con llave. La chica estaba muy asustada y yo trataba de tranquilizarla, luego empezamos a comprender que la gente estaba dentro de las estatuas, por eso, cuando la estatua de la chica se rompió, pudo salir de allí. Salimos de casa corriendo cada una por un lado, reunimos piedras y empezamos a tirárselas a las estatuas y, a medida que la gente salía de las estatuas, nos ayudaba a salvar al resto. Cuando por fin rompimos todas las estatuas y salvamos a toda Valladolid, nos dimos cuenta de que la gente no recordaba absolutamente nada de todo lo que había pasado, aunque habían participado en el rescate.
Al final, después de todo eso, volví al parque de la Paz y todas las estatuas seguían rotas. Como se habían roto todas las estatuas, ya no había más en todo Valladolid y así pudimos vivir sin estatuas y sin jaleo. Los únicos que estaban tristes eran los escultores.