«La neblina de Krono», Álex Martínez Vélez – 1º Premio categoría General
Por José Manuel De la Fuente RíosLa neblina del Krono
Qué imaginación tienen los niños, qué fantasía desbordada, qué manera tan simplista de ver el mundo… sí, eso son cosas de niños. Así desprecian los adultos la realidad que hace ya largo tiempo son incapaces de ver.
Yo soy uno de esos adultos que aún sigue siendo un eterno niño profundamente feliz (supongo que el tiempo se enamora de algunas personas), y eso me ha traído cientos de problemas. El mundo no admite la sonrisa como una bandera, ni la felicidad como religión, esos son símbolos pelogrosos hoy en día. No quieren niños grandes, quieren adultos cuadriculados y la mayoría de ellos apenas perciben ya la felicidad.
Cuendo era niño jugaba en el parque e la Paz, allí ha habido castillos, mares, volcanes y hasta una puerta al espacio exterior, lo juro, yo los he visto, los he vivido y si me concentro lo suficiente aún los distingo levemente erigirse en lo que yo llamo “el país nebuloso”, por haber… ha habido enormes robots, krakens, leones, dragones, gárgolas y hasta alienígenas… doy mi palabra de honor de que han estado, allí hemos luchado indios contra vaqueros y soldados contra soldados cuando lanzar una piedra era cosa de niños y no un acto violento y exagerado de salvajismo infantil propio de niños mal educados, en ese parque yo he aprendido a cabalgar como el rey Arturo, cuando mi padre empujaba mi caballo con ruedines hasta que poco a poco los fui dejando atrás para vivir el gran viaje de rodar suelto, sin un mentor que me agarrarse (como toda aquella época que ya solo vive en mi memoria, me echo de menos, supongo) en ese parque cuando Gandhi no estaba en su eterno templete de piedra yo jugaba a ser escalador en aquel monumento de granito blanco que ya pocos recuerdan, era toda una aventura subir a la cima de aquel Everest que existía en el centro neurálgico del parque de la Paz.
También fui astronauta en la roca lunar que para mí y mis amigos de la tripulación Power Rangers espaciales era clara e indiscutiblemente un meteorito que menos mal que cayó en el parque de la Paz, porque si no podría haber destruido el planeta. Carajo, ¿qué sería del mundo sin el parque de la Paz, verdad? Menos mal que el parque es de suelo duro y salvó al planeta de la extinción total. Esa fue por los pelos.
Y podéis reíros loq ue queráis… como adultos no entenderéis esto, pero el parque de la Paz nos salvó a todos, si no, estaríamos como los dinosaurios… hechos fósiles… que por cierto aún no han salido, pero que en parque seguro que también hay, mis amigos y yo los buscamos y casi los encontramos allá por los 90.
¿Cómo podía un lugar tan público guardar tanto secretos? ¿Sabíais que debajo de la enorme Paloma de la Paz hay un pasadizo que solo se abre por la noche? ¿No? Pues os lo cuento.
Bajo la Paloma de la Paz hay un pasadizo lleno de trampas que lleva a un tesoro enorme, con cofres, monedas, espadas, un barco pirata, un Ferrari y muchas más cosas, pero solo se abre por la noche cuando los niños se van a casa y el parque se queda despoblado, entonces salen los monstruos a vigilar, así que por eso no se puede entrar, además la entrada solo se ve cuando la luna está llena, porque en esa parte del parque no hay luz.
“Esos malditos monstruos”, pensaba yo… obsesionado con mi Ferrari. Por eso los niños no debíamos estar solos en los parque en los 90, y luego había que tener mucho cuidado, ya sabéis, por eso de que los monstruos malos a veces no tienen tiempo de volver al pasadizo y entonces se disfrazan de persona durante el día y te quieren liar la cabeza dándote caramelos, y había que llamar rápido a un mayor si eso pasaba, o si les veías jugar con unas agujas muy malas que se usaban para envenenar a las plantas y a los árboles, qué asco… eso no se podía tocar, ¿os acordáis? Estuvieron por todas partes, ¡jo, qué difíciles eran los 90!, había que tener cuidado con dónde jugabas, menos mal que papa me explicaba estas cosas.
Pero ¿sabéis de lo que más me acuerdo en esas tardes medio apagadas de invierno, cuando desde mi ventana oteo entre la niebla las pistas rojas del parque veintitantos años más tarde? De lo que más me acuerdo es de las tardes de carnaval y de una muy concreta, yo iba de Aragorn, el de “El Señor de los Anillos”, así que calculo que sería un mono de unos 7 años de edad (mis padres no me ponían muchos límites en cuanto al cine). Recuerdo entre las brumas del tiempo, instantes difusos de aquello que alguna vez fue. Recuerdo la música lejana que ya se entremezcla con canciones que quizás no eran de aquella época y recuerdo las luces de los focos que iluminaban el escenario al ocaso, ya no recuerdo el frío, pero calculo que lo haría, sin duda.
Mi hermano era Legolas, y mis amigos iban de tortugas ninja, Power Rangers, fantasmas, soldados y, entre todos ellos, Ella, un Hada verde y azul de 7 años, preciosa, morena con los ojos marrones más intensos que yo jamás he visto, en sus pupilas salpicada se hallaba una constelación de estrellas de un color negro obsidiana, y lo sé porque hace apenas unos días volvía a verla y esos ojos seguían siendo los ojos marrones más bonitos que yo he visto en mi vida, han pasado más de 20 años y un leopardo aún habita en ellos, dueña de su fuerza impresiona mantenerte la mirada cuando te habla, para mí sigue siendo aquella Hada perfecta, ¡ya sabéis, el Amor!
Luce en su rostro aún la sonrisa de entonces y al verla de nuevo brotó en mí, con la fuera desmedida de río tras destrozar una presa, un torrente de recuerdos que llenó mi cabeza de pasado, recordé entonces aquella tarde-noche de carnaval y cómo todos nos pusimos de acuerdo para aprovechar que estábamos en parque, que como estábamos disfrazados los monstruos no nos reconocerían y que además era de noche, o sea, que era ahora o nunca, y así nos reunimos todos detrás del escenario para ir a descubrir el pasadizo secreto que se escondía bajo la Paloma de la Paz.
Era un plan perfecto, sin fisuras, y tenéis que reconocerme que muy lógico.
La niebla inundaba ya las pistas, en el escenario sonaba la música de las típicas fiestas de un barrio en aquella época y las luces de los focos le daban al ambiente un halo de magia, misticismo e irrealidad únicos, los tonos púrpura y verdosos convertían la aventura en algo legendario y tras el semicírculo de encinas que rodeaba la pista redonda que era como nosotros la llamábamos, nos aventuramos todos hacia La Paloma, nos llevó un rato alejarnos, pues ya sabéis que La Paloma está realmente lejos ¿o no lo estaba para vosotros? La noche era oscura y francamente, seríamos La Compañía del Anillo, las Tortugas Ninja, los Power Rangers y tendriamos con nosotros el poder del ejército, pero la oscuridad vista desde los ojos de un niños… no deja de ser oscuridad.
Aún lo recuerdo como si fuese hoy, en el cielo la luna llena procuraba abrirse paso entre tanta tiniebla y en un instante iluminó la blanca y pétrea Paloma, imponente como un fantasma en un mar de sombras nos aguardaba el sitio (esa imagen es casi arquetípica para mí) la comitiva se frenó en seco cuando solo faltaban 30 metros, la risa de una bruja recorriendo el cielo y nos alertó del peligro de nuestra aventura, yo juro que la vi, con su vestido negro extendido al viento casi parecía una urraca enorme y su imagen nos heló la sangre (algunos dirían hoy que seguro fue el graznar de un pájaro… pero para nosotros fue una bruja) en aquel momento de peligro absoluto todos nos refugiamos tras el enorme tronco de un árbol que ya contaba con 7 u 8 años de vida, allí estábamos seguros por el momento y fue entonces cuando aquella maravillosa Hada con su mágica mirada se me acercó y me dio la manita.
-¿No te da miedo? -me preguntó.
-No, yo soy un guerrero, no me da miedo nada -le respondí mientras agarraba mi espada (me temblaban las pestañas, lo cierto es que siempre he sido miedoso, pero por encima de todo siempre he sido un loco inconsciente por amor y ese era amor del bueno).
-Entonces, ¿te va a atrever?
-Claro, yo no soy como esos miedicas.
(Recuerdo que la miré y cogí aire, ella debió verme tan asustado que creo que pensó que de verdad iba a no volver, normal, iba a enfrentarme a una bruja malvada).
-Pues te doy un Beso por si te mueres y no te veo más, ¿vale?
Y entonces ¡ocurrió! El primer momento mágico real de mi vida, aquella niña que me gustaba tantísimo, aquella que mis padres usaban como chantaje para ir al cole “¿no te apetece volver al cole?” (finales de agosto), así verás a Sara.
Aquella con la que ponía como un tomate cuando me la nombraban me acababa de dar un beso, y no un beso cualquiera, no, un beso en la boca, eso le daba valor a cualquiera, en aquel momento tenía la fuerza de un superhéroe, la valentía, el arrojo y la iniciativa de un auténtico caballero del rey Arturo, ahora sí que sí, no había momia, vampiro, mosntruo, Frankenstein, coco o malvada bruja que pudiese conmigo, y allá que fui, a descubrir el pasadizo bajo La Paloma, ¿y sabéis qué? Que deberíais ir a la Paloma el día de carnaval en el que la luna esté llena y merece la pena que miréis con atención en el instante justo en el que los rayos de La Madre Luna iluminen la pétrea cabeza de la estatua, pero habréis de hacerlo con la mirada de un niño (porque es su mundo mágico) y yo os aseguro que encontraréis el camino a un enorme tesoro.
Yo tardé un rato en volver y contarles mi aventura, en aquel rato solo pude pensar en ese beso.
Hoy, tras más de 20 años, aún pienso en lo que ese beso significó para mí, en cómo la vida nos lleva y nos trae, cómo todo cambia, cómo aquella chica cogió un camino tan alejado del mío (qué bonita sincronía la del otro día, ojalá ella supiese lo que aquel beso fue para aquel niño) a ratos reflexivo en cómo de aquel grupo de aventureros hace años y años que ya no sé nada.
Este barrio al que tantos critican, este barrio que ha dado tanto a tantos y que poco a poco ha ido cambiando está lleno de rincones, repleto de recuerdos, cargado de historias, este barrio ha sido testigo mudo de tantas cosas que no cabrían todas en mil libros, yo que he estado lejos ajora intento mantenerme en el tejido vivo que hoy lo conforma (quizá es que me siento algo viejo) pero noto que se me escapa, que como el tiempo, se me escurre de entre los dedos y ahora “el barrio” es un lugar por el que camino algo desubicado para encontrarme con recuerdos de mí mismo, mi primer beso, mi primera novia, mi primera cachimba, mi primer botellón, mi primera pelea, mi primer desamor, mi primer coche, mi primer cigarro, mi primer polvo y la primera vez que hice el amor, todo está aquí, latente en “el país nebuloso” hay portales que solo son eso para otros ojos, pero que a mí me traen destellos a la memoria de grandes amores y muchos suspiros, parques con grandes historias, calles que son parte de mi camino interior.
De las Delicias, yo soy de las Delicias, lo llevaré siempre como bandera, Always, por si me pilla en el extranjero, porque yo soy de aquellas calles, yo soy de aquellos bancos, yo soy de aquel parque donde me dieron mi primer beso.
Yo soy Las Delicias.
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