«El chico de las estrellas en Canterac» – Cristina Sancho Albanchez
Por Delicias De LetrasValladolid, 20 de agosto del 2023
Tengo que escribir esto en mi diario antes de olvidarlo. Voy a anotar todo y lo guardaré en una caja. Sé que no volveré a leerlo hasta dentro de mucho pero he de darme prisa.
No dejaba de mirar al cielo. Era el momento más interesante y estaba muy nerviosa. Tenía que ver una estrella, seguro que hoy captaría alguna con mi cámara.
Me llamo Marta Ricci, sí como la de los perfumes. Mi abuelo era italiano y mi padre nació ya con la nacionalidad española. Tengo 22 años. No me animo a terminar mi carrera porque no paro de perder el tiempo soñando despierta con mi mejor amiga, mi cámara de fotos profesional. Mi padre me la regaló hace unos meses.
Estoy en el parque de Canterac, vine para captar alguna de las estrellas fugaces de las Perseidas. Sé que no es el mejor lugar pero hoy ha sucedido un milagro. Hay un apagón en todo el barrio así que he probado a venir aquí ¡qué maravilla! Debería ser obligatorio ir con linternas las noches de las Perseidas.
El cielo sigue algo contaminado por la luminosidad de la ciudad pero en este espacio entre pinos, sentada en una mesa de merendero porto mi cámara muy dispuesta a hacer mi gran foto.
Pero eso no es todo, el chico de las estrellas está a mi lado. ¡Sí! El chico de las estrellas.
Os resumo. Hace tres días, cuando todo esto empezó subí aquí a dar un paseo con León, mi caniche. Yo vivo al lado del túnel de las Delicias y me encanta salir a pasear cuando hace buen tiempo. Nos encanta subir hasta aquí juntos. Recorremos el parque, bebemos agua en la fuente y ceno algo rápido y ligero preparado por mi madre; normalmente un sándwich.
Por el camino bajé por el lado del Centro Cívico hasta avenida Segovia y de ahí a la plaza del Carmen. En la parada del bus había un letrero de un joven que no superaría los treinta. Aunque físicamente era muy guapo me enamoró su mirada. No entendí qué anunciaba. La mitad de su cuerpo se sumergía en una especie de neblina brillante blanca y no se le veía el resto. La mitad superior estaba desnuda, su cabello castaño despeinado me recordaba a los de mis personajes mangas, en pleno movimiento y sus ojos… ojos plateados, limpios. Parecían vivos, me llamaban. Me ruboricé incluso sintiendo que me buscaba ¡y no era más que una foto! Le rodeaban estrellitas plateadas y parecía portar en la mano un báculo. Miré bien el anuncio pero ni eso parecía. No había letra pequeña, no había detalles de producto o marca alguna. Me extrañó que no pusieran el nombre del modelo ¿qué hacía ahí entonces?
La verdad no lo sé. Aquella noche soñé con él; mi mente inventó una bonita historia haciendo justicia a su limpia mirada. El chico estaba en la parada, era real en mi sueño, me hablaba, nos reíamos y al parecer nos gustaban las mismas cosas.
No fue hasta la noche siguiente que caí en que eran ya las Perseidas. ¡Qué rabia me dio haberme perdido el primer día!
Aquella noche pude organizar todo para ir a Pedrajas de San Esteban, a casa de mis tíos y aprovechar los claros de la zona para captar buenas estrellas fugaces. Estuve observando el cielo con mi tío hasta las 4 de la mañana. Cuando volvimos a su casa encontré al chico de la parada del bus, el de las estrellas, en la contraportada de una revista de belleza. Le pedí a mi tía que me dejara llevármela. Me dijo que no porque se la había prometido a una clienta suya. Mi tía se dedica al negocio de la cosmética de venta directa, así que no podía hacer nada. Sí que observé esta vez que ponía algo en letras rojas muy pequeñas en el borde del lomo. Leí la palabra “Canterac”.
Pestañeé y me esforcé por leer bien. Sí, eso ponía. Sin embargo no era fiable, las letras estaban torcidas, como si perteneciera a la portada de la revista y se hubiera montado mal… no sé, era extraño. Estaba exhausta y no pude investigarlo bien.
Así que ya en el día de ayer subí aquí. Algo vi, pero nada tan bueno como para fotografiarlo. Sin embargo, me encontré una piedra con forma de estrella. Estaba caliente, parecía haber ardido y tenía unas manchas que parecían números, era la fecha de hoy. Os lo prometo.
Por lo que hoy he salido antes con León. Hemos hecho el mismo recorrido que hace tres días para descubrir que han cambiado el anuncio de la parada del bus. He cruzado a la parada del colegio justo en frente, pero igual, nada.
Algo desilusionada he terminado mi recorrido frente al bar Connery, en Paseo de Juan Carlos I. Es entonces cuando he visto parpadear las luces del parque de Canterac por encima del colegio Pablo Picasso. Curiosa he subido a ver y al poco de alcanzar los primeros pinos ¡pum! La luz se ha apagado. León se ha puesto a ladrar algo nervioso. Me ha costado calmarle. He tomado mi cámara y me he acercado iluminada con la linterna de mi móvil hasta una mesa de merendero para observar el cielo. Entonces una voz me ha hablado.
-¿Has traído la piedra con forma de estrella?
Me he dado la vuelta algo sorprendida. El chico del anuncio estaba justo detrás de mí. Le he distinguido gracias a la luz de mi móvil. Ni sus pupilas ni su iris plateado han reaccionado a la luz mas él sabía que yo estaba ahí. En la mano llevaba una barra metálica retráctil para guiarse. A diferencia del cartel no estaba medio desnudo, vestía un vaquero y una sudadera del mismo tono que sus ojos. Le he entregado la piedra con forma de estrella. Cuando la hemos tocado los dos se me ha abierto la mente. Le conocía, ¡claro que le conocía! En otra vida estuvimos juntos, pero tuvimos que separarnos. Sólo tenemos una vida en esta Tierra, pero hay más mundos en los que poder vivir y experimentar. Mi padre agotó la mitad de su vida para traerme aquí, a esta dimensión para agradecerme el sacrificio que hice en mi anterior vida por él, con la consecuencia de perder al chico de las estrellas. Mi padre ha sufrido de cáncer desde que cumplí los 18, al parecer, edad a la que ya no le necesitaría y podía iniciar otra vida en cualquier otro sitio; pero no me acordaba y creedme que hemos peleado mucho los dos por que se quedara… en sus últimas, hace unos meses me regaló esta cámara y me dejó un sobre. Me dijo que sabría cuándo abrirlo pero que no lo hiciese entonces. Creo que hoy es el día. Gracias a su partida forzada su hueco en el equilibrio de la Tierra ha sido reemplazado por Mash, el hombre al que he amado en tantas vidas y que tantas veces nos han truncado. Vivir en la Tierra es un privilegio aunque a veces se nos olvide. La vida es tranquila en comparación con lo que hay en otros mundos y, concretamente en Canterac fue donde mi madre se puso de parto. Donde se abrió la conexión.
Mash ha jugado con las sincronicidades para atraerme aquí, a ver las estrellas. En breve perderé de nuevo la memoria y tendremos que conocernos…
Comienzo a llorar, echo de menos a mi padre. Miro a Mash, este me limpia las lágrimas, ¿por qué le cuento a un desconocido tan guapo esto la primera vez que le veo? Esa mirada suya, es como si le conociera. Mash me acompaña toda la noche y el resto es historia.