12 de junio de 2020

Zaida, la mujer que crece

Por Delicias De Letras

Por las participantes en los talleres «Zaida, la mujer que crece»:

Zahra, Fadua, Badia, Chaymae, Meriem, Naima, Ilham y Khadija, junto a Marta y J. M.

Zaida es una mujer que vive en Valladolid, en las Delicias, aunque viene de Marruecos. A sus cuarenta años, está casada y tiene tres hijos, dos niños y una niña.

La vida es muy dura para Zaida, no trabaja, pero su marido sí, aunque se nota la crisis.

Le encanta jugar con sus hijos, tanto en casa con los juguetes o la tablet como en los parques y plazas de Delicias, como la Lola, el de la Paz o Canterac. A veces también van al Campo Grande.

El domingo por la tarde lo pasaron en el Parque de la Paz. Jugaron al pilla-pilla, al escondite y dieron vueltas con la bici. En la zona infantil, los niños jugaron con la arena, mientras Zaida empujaba a Amina en el columpio.

–¡Más alto, más alto! –gritaba la niña, y ambas reían.

A Zaida le gustan mucho las flores. En el parque había muchas, y se acercó a una especialmente grande y roja. La cogió con dos dedos para acercársela a la nariz y la olió. ¡Qué buen aroma! ¡Olía a amor!

La tarde había sido muy divertida, habían reído mucho, pero llegó la hora de volver a casa, a las ocho ya no había sol y empezaba a hacer frío.

Los niños solo querían cenar, ver la tele e irse a la cama, pero Zaida les recordó que había que ducharse. Se quitaron los playeros, el pantalón, la camiseta y se ducharon. A Amina le costó un poco más.

–¡Ya me duché ayer! –protestó, pero Zaida insistió–. ¡Pero quiero macarrones para cenar! –dijo, antes de entrar en la ducha.

Entre todos pusieron la mesa y se sentaron en las sillas para cenar. Sí, hubo macarrones para Amina, pero también tortilla de patatas, que les gustaba a todos, y tajin de pollo, que Zaida lo cocina muy bien.

Después de cenar, recogieron la mesa, se lavaron los dientes y vieron la tele un rato. Finalmente, Zaida les leyó un cuento, para enseñarles tolerancia y respeto y que tuvieran un buen sueño.

Luego un besito, y a dormir.

Ya a solas, Zaida sonrió al pensar que al día siguiente por fin le pondrían el wi-fi y podría comunicarse fácilmente con el resto de su familia.