Imagen de la autora leyendo sentada a una mesa, tras una flores
16 de enero de 2021

«Los cuatro y ella». Helio del Pozo

Por Delicias De Letras

L legué a casa y me encontré con la sorpresa de que mis llaves no abren la puerta. No sé qué había podido pasar. Yo siempre las tengo conmigo por si acaso. Las llevo colgaditas en el cuello como si fuera la mejor joya que pudiera lucir.

Era un día de otoño, no recuerdo por qué salí a la calle, tenía que ser algo muy importante, y me encontré con ellos en la acera delante de un escaparate de una tienda de deportes.

Estaban muy guapos. Algunos habían crecido mucho y otros estaban más delgados, pero no me costó nada recordarlos. Sigo sin saber por qué salí a la calle; pero fuera lo que fuera me encontré con ellos.

¡Abuela! –gritaron al verme, y me dieron la mano. Yo quería que me dieran un beso–. Un beso no podemos darte, abuela, estamos con la pandemia.

Pareció que se alegraban al verme.

Cuando eran pequeños yo les contaba cuentos que me inventaba del día que habían nacido. Me decían que me querían hasta el infinito y más arriba. Yo también los adoro. Solía cantarles canciones que ellos recordarán: El gato grande, El pollito, La historia de una mosca y otros que ahora no recuerdo. Por cierto yo canto muy mal, pero les encantaba.

Pero, mis niños –grité con mucha alegría, sois vosotros, qué buen aspecto tenéis y qué altos.

Sí, comemos bien, hacemos deporte y bailamos. –Así me contestó la pequeña, que había crecido mucho. Me eché a reír. Hacía mucho que no me reía tanto, imagínate, tenía unos nietos con sentido del humor. Fue un momento hermoso.

¡Me equivoqué! dije y ellos se quedaron con la mirada perdida.

Te has burlado de nosotros, abuela –dijo el mayor–. ¡Uy! si te contáramos…

Me pareció haber oído que erais grandes deportistas y unas bailarinas de élite.

Sí que somos deportistas y practicamos la gimnasia rítmica.

Creo que me estoy haciendo mayor –les dije.

Por qué he tenido unos nietos como estos –me pregunté, y nos quedamos callados. Pensé que ya llevábamos allí mucho tiempo y quería despedirme, pero en aquel momento me dijeron si me encontraba bien. No sé lo que quisieron preguntar, pero contesté la verdad, les dije que lo único que me molestaba era la memoria que ya no me obedecía. Mi cabeza no me responde a muchas cosas que la pregunto.

No sé por qué hablo tanto de mi memoria.

Será la edad –dijeron ellos.

Desde luego que es la edad contesté; ¿qué otra cosa iba a ser?

Pero supongo que ya no la necesitarás tanto exclamó uno de ellos.

No, si vosotros lo decís… contesté, si vosotros…

Abuela, ¿lo que te decimos está mal?

No supe qué contestar a eso, y no me salían palabras de mi boca; mi memoria se había vuelto a cerrar, solo sacudí la cabeza y me limité a callar.

Bueno, nos tenemos que ir; en un rato comienzan las clases. Ya nos veremos. –Y me dieron la mano.

Adiós, queridos nietos dije, y se marcharon.

Esos eran mis nietos. Sé que todo tiene su lógica, pero no siempre resulta fácil descubrirla. Seguía caminando hacia mi casa recordando con mucha alegría este gran encuentro. Hacía frio. Éste se apoderó de mi cuerpo. Entonces recordé que había cambiado la cerradura.

Helio

8/12/2020